"Con el tiempo, comencé a creer cada vez más en la teoría de mi padre, de que las grandes cosas en la vida provienen de la suerte y no tanto del planeamiento o la inteligencia. En verdad, qué afortunado había sido mi padre, cuando en su búsqueda de un microclima frío, encontró suelos extraordinarios en una zona de alta intensidad luminosa, condiciones ideales para la elaboración de vinos balanceados y con gran concentración de taninos – el principal requisito para una larga guarda."Laura Catena
Nicolás Catena Zapata plantó el viñedo Adrianna con un único objetivo en mente: encontrar en Mendoza la zona más fría posible que fuese apta para el cultivo de la vid. Sin embargo, ningún agrónomo consideraba que las variedades bordelesas como el Cabernet Sauvignon y el Malbec podrían madurar allí. Según la Escala de Winkler, método desarrollado en California para agregar grados de temperatura y categorizar las regiones según su clima, el clima del Viñedo Adrianna se ubica entre las Zonas 1 y 2, dependiendo del año, lo cual lo ubicaría entre la Borgoña y una zona muy fría de Burdeos.
No obstante, ningún francés se atrevería a plantar Cabernet Sauvignon o Malbec en la Borgoña, que es justamente lo que hicieron los Catena en los suelos de altura de Adrianna - Nicolás plantó allí selecciones de Cabernet Sauvignon y Chardonnay traídas de Francia y plantas propias de Malbec cultivadas inicialmente en el lote 18 de su Viñedo Angélica de 75 años. Al cabo de pocos años, estos vinos demostraron ser más minerales y con mejor acidez que los vinos provenientes de otras zonas al sur del Valle de Uco, de menor altitud – como Altamira, La Consulta y Eugenio Bustos. El Cabernet de Adrianna presentaba más pirazinas – las moléculas que confieren a esta variedad un característico sabor a pimiento. Del mismo modo, el Malbec era más estructurado y con taninos más densos, mientras que el Chardonnay era un vino intensamente mineral y de gran untuosidad a la vez.
La diferencia yace en la cantidad de horas de sol y en el grado de intensidad luminosa de Gualtallary, que facilita un activo proceso de fotosíntesis y un adecuado desarrollo de aromas y taninos, a la vez que el clima frío de esta zona permite a las vides preservar sus ácidos y mantener los azúcares en equilibrio. Mientras que en las zonas bajas del este de Mendoza, en general se acidifican los mostos, la acidez natural en las uvas del viñedo Adrianna es óptima, sin necesidad de emplear aditivos para obtener ácidos balanceados.
A su vez, debido al clima frío que facilita una maduración lenta, la madurez total de los taninos puede obtenerse antes de que las uvas alcancen los 24 grados Brix, con un tenor alcohólico de alrededor del 13%. Para Laura Catena sin embargo, la sorpresa no fue que los vinos de altura de Adrianna desarrollasen una acidez natural mejor, sino que presentasen niveles de polifenoles y taninos muy superiores a los de plantas similares, cultivadas en zonas de menor altitud.
"Como sucede con los pacientes, cada planta individual posee sus propias características, su propia individualidad, la cual debemos preservar."Laura Catena
En Adrianna, el sol de altura demostró ejercer un alto impacto en la fruta, más allá de aumentar la fotosíntesis. De hecho, llevó varios años de estudio y observación poder dilucidar que el sol de montaña es mucho más intenso en las zonas altas que a nivel del mar. Los estudios realizados por los agrónomos de Catena junto a alumnos del doctorado de la Universidad de Mendoza, demostraron que la intensidad luminosa incrementa significativamente el nivel de taninos de los hollejos del Malbec plantado a gran altura.
Justamente, uno de esos estudiantes, Federico Berli, realizó un experimento para diferenciar el efecto de la intensidad luminosa del efecto del clima frio, cubriendo el viñedo con plásticos transparentes que filtraban los rayos solares intensos, sin interferir con la luz necesaria para llevar a cabo el proceso de fotosíntesis. La teoría de la Dra. Laura Catena acerca de esta adaptación natural es que, en zonas de altura, las uvas desarrollan hollejos más gruesos para proteger a las semillas del sol – una especie de pantalla protectora natural. Este es un tema que los agrónomos de Catena continúan explorando hasta el día de hoy.
El origen geológico del Viñedo Adrianna se remonta al Período Eoceno, hace más de 50 millones de años, cuando se formó la Cordillera de los Andes, como consecuencia de actividades volcánicas y terremotos. Los cantos rodados que componen el subsuelo del Viñedo Adrianna provienen de rocas volcánicas (rocas ígneas solidificadas que emergen a la superficie) y rocas plutónicas (rocas ígneas intrusivas que se forman a partir de un enfriamiento lento, a gran profundidad), cubiertas por restos fósiles marinos que se dispersaron al formarse las montañas millones de años atrás. Durante el período glacial subsiguiente, los glaciares, al derretirse, transportaron consigo rocas y piedras que se depositaron cubriendo el subsuelo de origen volcánico. Este subsuelo volcánico es uno de los secretos del Viñedo Adrianna: su excelente drenaje. Aunque las lluvias sean intensas, es imposible obtener rendimientos altos en Adrianna o tener casos de botrytis, ya que el agua fluye rápidamente hacia el interior a través de los huecos de los cantos rodados que conforman su subsuelo.
Los hechos geológicos que explican la heterogeneidad de las capas superficiales del Viñedo Adrianna, rico en carbonato de calcio y grava, son un hallazgo más reciente. La mayoría de las diferencias de suelo de este viñedo se hallan en las capas superficiales, de origen principalmente aluvional (formadas por ríos y glaciares) y eólico (formadas por el viento). La primera vez que estudiamos la geología de Adrianna, no podíamos entender cómo había tantas parcelas provenientes de diferentes períodos geológicos, aunque todas compartiesen la misma estructura del lecho de un antiguo río. Lo que descubrimos es que cuando se formaron hacia el norte las lomas del Jaboncillo y el Peral, la actividad sísmica llevó a que el río que atravesaba el viñedo Adrianna se dirigiese gradualmente hacia el sur formando una serie de terrazas, con depósitos de calcáreo al secarse. Y, según la velocidad e intensidad de los terremotos que formaron las lomas y montañas, el río debió fluir en diversas direcciones dejando consigo depósitos de piedras blancas y carbonato de calcio, que es lo que hoy vemos en el Viñedo Adrianna.
Debido al movimiento constante de los ríos, las piedras se volvieron suaves y redondeadas. Al secarse dichos ríos, el carbonato de calcio tiñó las piedras de blanco formando los depósitos de calcáreo que encontramos hoy. Los suelos calcáreos conforman gran parte de las regiones vitícolas de Francia, como Burdeos, la Borgoña y Jura, y de hecho muchos atribuyen la elegancia de los vinos franceses a este aspecto del terroir. Sin embargo, en Burdeos por ejemplo, los grandes vinos también provienen de suelos compuestos por grava y arcilla, en vez de suelos calcáreos, por lo cual soy un poco escéptica acerca del “culto del suelo calcáreo”. Lo que nosotros sí vemos como un dato muy singular de los suelos calcáreos son dos propiedades contradictorias: poseen un excelente drenaje, reteniendo el agua durante más tiempo que la grava, aunque durante menos tiempo que la arcilla. Esta característica estructural hace que el suelo calcáreo sea ideal para ciertas condiciones de estrés, permitiendo que luego de un intenso sol y calor posterior a las lluvias, las plantas puedan tener mejor disponibilidad de agua durante la sequía. Además, las vides plantadas en suelos calcáreos desarrollan menos grados Brix y eventualmente menos alcohol), con niveles altos de acidez, que es justamente lo que buscan los enólogos.
Cuando comenzamos a estudiar los suelos de Adrianna hace más de una década, cavamos 5 calicatas por hectárea. Actualmente, al contar con 70 calicatas por hectárea, hemos podido comprender a fondo nuestro viñedo. Vinificamos entre 200 y 300 parcelas por separado, en barriles completamente diferentes, para que cada parcela efectúe su fermentación natural. El Viñedo Adrianna, debido a su ubicación, rodeado de montañas y cercano al río Las Tunas, suele estar cubierto de niebla por la mañana, haciéndolo muy rico en levaduras nativas. Estas levaduras naturales y su interacción en las respectivas parcelas, son parte del sabor distintivo de los vinos provenientes de Adrianna.
Laura Catena